Muchas veces, las manchas de nacimiento, pecas y lunares representan, en las personas, una característica que las hace únicos e irrepetibles, encarnando casi una marca registrada. No obstante, estas bellezas pueden también representar una amenaza. Por ello, en estas líneas veremos cuál es el momento adecuado en que se debe visitar al dermatólogo para que realice un análisis de nuestros lunares.
De manera sencilla, sin tener que recurrir a complicados ni costosos exámenes, se pueden observar los lunares propios y de nuestros seres queridos para estar atentos a cambios que funcionan como una alerta para acudir al dermatólogo. La recomendación de los especialistas es que los lunares, también llamados nevos, sean controlados periódicamente, ya que cada año se incrementan los casos de cáncer de piel y melanomas malignos.
La situación no es para alarmar a la población y que corran en tropel a sacar turno con el médico; lo importante es que se tengan en cuenta algunas recomendaciones que funcionan como un plan excepcional de prevención para tratar los lunares a tiempo, para que las cosas no pasen a mayores.
Por lo general, los lunares comunes que no representan riesgo para nuestra salud tienen determinadas características que los hacen inofensivos. Entre estos aspectos, encontramos particularidades explícitas, como, por ejemplo, que tienen menos de 6 milímetros de tamaño, poseen un aspecto redondo simétrico, cuentan con un color uniforme y no modifican su aspecto a lo largo del tiempo.
Para estar alertas a los cambios que presentan los nevos o lunares, los dermatólogos han diseñado una regla que se sintetiza en ABCDE.
Asimetría: como ya señalamos anteriormente, los lunares comunes poseen una forma redondeada o circular. Por ello, ante un nevo de forma asimétrica o el cambio de forma de un lunar que siempre ha sido parejo, es preciso acudir al especialista.
Bordes: es preciso mantener un control de los bordes del lunar y determinar si posee irregularidades, ya que es una característica de los lunares cancerígenos.
Color: una señal de alerta y el indicador preciso para visitar al dermatólogo es cuando el color del lunar no es homogéneo; el especialista realizará los exámenes necesarios.
Diámetro: lo común a todos los lunares inofensivos es que sean de 2 o 3 milímetros de diámetro; cuando tienen un tamaño mayor a los 6 milímetros, deberemos visitar al especialista ya que es una anomalía que es necesario controlar.
Evolución: los lunares comunes surgen en la niñez o juventud y tardan años en desarrollarse. Los lunares cancerígenos, por el contrario, tienden a surgir de repente y tienen un crecimiento acelerado. En estos casos, es fundamental que se visite al médico y se examine el nevo en cuestión.
Otro síntoma importante para acudir al dermatólogo es el momento en que el lunar produce comezón, ardor o adormecimiento, como si estuviese anestesiado.
Quienes presentan una determinada tendencia a desarrollar lunares o están dentro de los grupos de riesgos de padecer cáncer de piel, deberán actuar de forma responsable en relación con las exposiciones solares y el cuidado de la piel en situaciones no favorables, como el frío extremo o la deshidratación.
Además, hay determinados antecedentes o circunstancias que pueden hacernos más propensos a desarrollar melanomas y que nos obligan a visitar regularmente al especialista para asegurarnos de que no hay ningún cambio en nuestros lunares. Estas particularidades son:
– Antecedentes familiares de cáncer de piel, páncreas, mama o melanomas malignos.
– Tener, en todo el cuerpo, un número mayor a los cien lunares.
– Contar con lunares atípicos (recuerde realizar el análisis ABCDE para determinar un lunar no típico)
– Intervenciones inmunodepresoras, como tratamientos de quimioterapia o trasplantes, entre otras.
– Poseer manchas o lunares de nacimiento.
– Tener piel muy blanca y/o pelo de color rojizo.
– Padecer alguna enfermedad genética que predispone al cáncer de piel; por ejemplo, xeroderma pigmentoso o albinismo, entre otras.
Los lunares se pueden presentar en cualquier parte del cuerpo, pero existen algunas zonas comunes donde aumenta la frecuencia en que se desarrollan lunares malignos, dependiendo el sexo del paciente; así, en el caso de las mujeres, los melanomas surgen mayormente en la espalda y parte inferior de las piernas; mientras que, en los hombres, los nevos cancerosos suelen aparecer con mayor frecuencia en distintas partes de la cabeza, cuello o espalda.
Los lunares tienen, por lo general, la indicación médica de retirarlos cuando hay una certeza de que son cancerígenos o propensos a realizar metástasis, pero debemos ser claros en cuanto a un mito que solo tiene la finalidad de asustar a quienes poseen un lunar: removerlo representa un alto riesgo de desarrollar un cáncer masivo de piel.
Extirpar un melanoma cancerígeno es una intervención preventiva para evitar que un posible cáncer de piel se propague. Por ello, los casos en los que se desea remover un lunar común solo por razones estéticas suelen ser desestimados por los dermatólogos, ya que no representan un riesgo para la salud de la persona.
Como consejos de cierre para este artículo, te ofrecemos las recomendaciones de los especialistas para prevenir el cáncer de piel y facilitar el mejor control de los lunares:
– Reconoce las características propias de tu piel, qué tipo de piel tienes y cuáles son los cuidados específicos que debes considerar.
– Protege tu piel a través de la indumentaria, con ropa que ayude a bloquear los rayos UV en la vida cotidiana.
– Ten el máximo cuidado en las sesiones de bronceado en interiores, ya que pueden ser igual de perjudiciales que las exposiciones al sol.
– Realiza frecuentemente el examen ABCDE del Melanoma, a través de los cinco síntomas de alerta que no puedes desestimar.
Es fundamental que, ante cualquier duda, visites al médico especialista para que pueda descartar cualquier problema que puedan representar tus lunares.